En diciembre del año 2.014, mi hija Ana llegó a casa muy entusiasmada con un periquito joven, que había visto en una tienda de aves. Más que pronto convenció a su hermano y ambos lo trajeron a casa.
Le pusieron de nombre Zeus y así le llamábamos todos. El periquito tenía solo tres meses, y al principio de manera harto arisca empezó su vida en nuestra casa. Era normal;en la tienda estaba en una jaula grande donde con otros muchos, vivían en una engañosa libertad.
Ahora tiene su propia jaula, pero está solo, y por las dimensiones que tiene, no puede revolotear como antes hacía. Es decir pasó de vivir en libertad a hacerlo encerrado, confinado diría yo, en una jaula pequeña. Más ésta va a ser su casa, su cárcel y su nido durante casi seis años.
Pero muy pronto se acostumbró al olor de toda la familia, sobre todo de José que fue quien le atendió y cuidó desde el primer día.
Resultó ser un magnífico tenor, y solía cantar mucho y bien cuando José o cualquiera de nosotros le hacíamos caricias. Yo le solía recitar:
Perico, perico
de incierto volar
de curvado pico
y de zambo andar.
Y José siempre le decía la misma letanía:
Que pasa, que pasa, Zeus....
Y ocurrió que un día, los que estábamos más cerca de su jaula, oímos como Zeus enlazaba su repertorio de cánticos con las palabras "perico, perico". Luego emitía una especie de graznido, y continuaba con la expresión "qué pasa, qué pasa". Nos quedamos de piedra; resulta que Zeus sabía hablar.
También sabía vivir en sociedad con todos nosotros. Todos los día después de la cena le sacabamos de la jaula, y jugaba en su parque, volaba, y corría por donde más le apetecía; libremente.
Esta mañana José se dirigió hasta su jaula para hacer su limpieza, reponer la comida y el agua. Pero no fue preciso hacerlo, porque Zeus había roto para siempre su confinamiento; nuestro periquito había muerto.
Y es que Zeus era ya viejo siendo un pájaro.
Con la pandemia del Covid-17 los viejos de la especie humana también estamos confinados en nuestras casas; como estaba Zeus. Nos dejan salir dos horas por la mañana y una por la tarde. Algunos ya han roto su confinamiento, porque se han ido al hospital y allí han muerto. Otros han perecido en las residencias de ancianos, en muchos casos abandonados a su suerte; cuanto mejor hacerlo como Zeus, en su casa y rodeado por su gente.
Estos ancianos, que parece ser que no se os mueren, son los que tiraron del carro cuando esta Nación fue arrasada por la última guerra Civil y el hambre. Trabajaron durante toda su vida, y consiguieron ponerla a la altura y nivel, en el que ahora la habéis encontrado ¡Qué pago tan miserable han recibido! Si hay Dios o Mente Inteligente, como dicen los sabios de hoy, que Él os lo demande.
Le pusieron de nombre Zeus y así le llamábamos todos. El periquito tenía solo tres meses, y al principio de manera harto arisca empezó su vida en nuestra casa. Era normal;en la tienda estaba en una jaula grande donde con otros muchos, vivían en una engañosa libertad.
Ahora tiene su propia jaula, pero está solo, y por las dimensiones que tiene, no puede revolotear como antes hacía. Es decir pasó de vivir en libertad a hacerlo encerrado, confinado diría yo, en una jaula pequeña. Más ésta va a ser su casa, su cárcel y su nido durante casi seis años.
Pero muy pronto se acostumbró al olor de toda la familia, sobre todo de José que fue quien le atendió y cuidó desde el primer día.
Resultó ser un magnífico tenor, y solía cantar mucho y bien cuando José o cualquiera de nosotros le hacíamos caricias. Yo le solía recitar:
Perico, perico
de incierto volar
de curvado pico
y de zambo andar.
Y José siempre le decía la misma letanía:
Que pasa, que pasa, Zeus....
Y ocurrió que un día, los que estábamos más cerca de su jaula, oímos como Zeus enlazaba su repertorio de cánticos con las palabras "perico, perico". Luego emitía una especie de graznido, y continuaba con la expresión "qué pasa, qué pasa". Nos quedamos de piedra; resulta que Zeus sabía hablar.
También sabía vivir en sociedad con todos nosotros. Todos los día después de la cena le sacabamos de la jaula, y jugaba en su parque, volaba, y corría por donde más le apetecía; libremente.
Esta mañana José se dirigió hasta su jaula para hacer su limpieza, reponer la comida y el agua. Pero no fue preciso hacerlo, porque Zeus había roto para siempre su confinamiento; nuestro periquito había muerto.
Y es que Zeus era ya viejo siendo un pájaro.
Con la pandemia del Covid-17 los viejos de la especie humana también estamos confinados en nuestras casas; como estaba Zeus. Nos dejan salir dos horas por la mañana y una por la tarde. Algunos ya han roto su confinamiento, porque se han ido al hospital y allí han muerto. Otros han perecido en las residencias de ancianos, en muchos casos abandonados a su suerte; cuanto mejor hacerlo como Zeus, en su casa y rodeado por su gente.
Estos ancianos, que parece ser que no se os mueren, son los que tiraron del carro cuando esta Nación fue arrasada por la última guerra Civil y el hambre. Trabajaron durante toda su vida, y consiguieron ponerla a la altura y nivel, en el que ahora la habéis encontrado ¡Qué pago tan miserable han recibido! Si hay Dios o Mente Inteligente, como dicen los sabios de hoy, que Él os lo demande.